El artículo no expresa las opiniones o posiciones de los traductores. El artículo es una versión traducida del artículo que se encuentra a continuación: enlace
Escritxr original: Ellen Wu
Traducido por: Hannah Fernández y Maria Aguilar
No hay duda de que el tema de la desigualdad racial ha estado al frente de los Estados Unidos durante los últimos 150 años, y desde el inicio de la pandemia, estos problemas no han desaparecido, presentando una preocupación particularmente mortal para las comunidades negras y de inmigrantes. Las desigualdades de salud sistémicas han contribuido a que las personas de color corran un mayor riesgo de contraer COVID-19 y de enfrentarse a peores resultados, incluidas tasas de mortalidad mas altas.
Ahora que la vacunación contra el COVID-19 ha comenzado, estas comunidades no tienen el mismo acceso a las vacunas. En el estado de Virginia, el 40,5 por ciento de las vacunas contra el COVID-19 indicaron la raza o etnicidad del paciente, y de esas solamente el 13,6 por ciento fueron administradas a Afroamericanos hasta el lunes.
Según las estadísticas de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), las comunidades marginalizadas corren más riesgo de contraer la enfermedad debido a factores sistémicos como el nivel socioeconómico, acceso a atención médica, y tener una ocupación esencial. Los afroamericanos forman 1,4 veces la cantidad de casos de COVID-19 que las personas blancas y no-hispanas, 3,7 veces la tasa de hospitalización y 2,8 veces la cantidad de muertes.
Brookie Crawford, oficial de información pública del Departamento de Salud de Virginia, analiza la circunstancia notando las discrepancias históricas entre la atención que reciben los americanos blancos y los afroamericanos en la asistencia médica.
“Como resultado del racismo estructural, la gente de color tiene acceso desproporcional a recursos y, con relación al mismo tema, tasas más altas de ciertas enfermedades crónicas como la diabetes y la hipertensión que aumentan el riesgo de complicaciones graves por COVID-19”, dijo Crawford.
El plan actual de vacunación de Virginia da prioridad a los trabajadores de salud y a las personas con alto riesgo de contraer COVID-19.
Georges C. Benjamin, director ejecutivo de la Asociación Americana de Salud Pública (APHA), explica que Virginia está operando bajo la Fase 1b de vacunación, la cual incluye vacunar a individuos mayores de 65 años, a aquellos con enfermedades crónicas y a trabajadores esenciales, incluyendo empleados de supermercado y maestros de educación primaria. Trabajadores de salud y residentes de asilos fueron vacunados durante la Fase 1a, la cual comenzó a mediados de diciembre en varios distritos de salud y llevó a más de 50,000 personas vacunadas en la Commonwealth.
Aunque el plan permite que los residentes de Virginia reciban su vacuna, tiene sus fallas, según varios profesionales de salud.
Ebony Jade Hilton, anestesióloga y profesora adjunta de medicina de la Universidad, nota que la brecha de riqueza persiste, la cual muestra que la familia blanca promedio es ocho veces más rica que la familia negra promedio, tiene un papel importante y crea dificultades para recibir la vacuna.
Hilton presenta un ejemplo de tal brecha a través del privilegio de los residentes de asilos durante el proceso de vacunación, ya que se les considera de mayor prioridad que los individuos con enfermedades crónicas, trabajadores de servicios de emergencias, trabajadores de refugios para personas sin hogar y empleados de supermercados, entre otros. Según Hilton, el 78 por ciento de los residentes de asilos son blancos.
"Las personas que están en estos hogares, sus familiares tienen que buscar activamente estos hogares porque tienen el dinero para colocar a sus ancianos aquí", dijo Hilton.
La ocupación también juega un papel en la contribución a las fallas del actual sistema de distribución de vacunas, agregó Hilton. Por ejemplo, las personas que trabajan en casa pueden seguir haciéndolo incluso si experimentan hinchazón o dolor debido a la vacuna, que son los dos efectos secundarios más comunes. Pero los trabajadores de la construcción o aquellos que trabajan en la industria empacadora de carne, cuyos trabajos requieren que estén físicamente estables y alertas en todo momento, podrían ponerse en peligro a sí mismos y a los demás si no pueden salir del trabajo.
Parte de este problema se ve agravado por el hecho de que muchos de estos trabajos basados en mano de obra son los que pagan menos, ya que el salario promedio nacional de los trabajadores manuales es de solo $ 27,000, y aquellos que viven cerca o por debajo del umbral de pobreza a menudo viven de sueldo a sueldo. Entonces, para algunos, tomarse un día extra por enfermedad para recuperarse de los efectos secundarios de la vacuna también presenta un problema si un hogar ya está luchando para llegar a fin de mes con los salarios.
Si bien algunos pueden ver los efectos secundarios como razones para evitar una vacuna, Benjamin afirma que estos síntomas son una indicación de que la vacuna está funcionando correctamente y cree que vacunarse es un paso necesario, ya que contraer el virus haría que un trabajador se sintiera indispuesto por más tiempo que la vacuna.
“Si se infectaran, [los trabajadores] estarían sin trabajo durante semanas”, dijo Benjamin. "Esta vacuna, francamente, es 48 horas de tener dolor en el hombro".
Hilton, con gran parte de la misma mentalidad, aboga firmemente por la protección y el cuidado de estos "trabajadores necesarios", y cree que las empresas deben permitir días de enfermedad para recuperarse si una persona experimenta efectos secundarios negativos por la vacuna.
Además, a Crawford le preocupa que los gobiernos estatales no estén dando prioridad a las personas adecuadas. Afirma que la única forma de alcanzar la igualdad es "exigir un alcance centrado en los trabajadores de primera línea y otros trabajadores esenciales para reducir las barreras relacionadas con el acceso a la vacunación".
De manera similar, Benjamin cree que es crucial que las personas con poder dentro del gobierno y los hospitales tomen decisiones responsables.
"Tenemos que responsabilizarnos a nosotros mismos, a los asignadores de recursos y [los programas de vacunación] de llegar a las comunidades para asegurarnos de que estamos vacunando a las poblaciones de mayor riesgo y que no las ignoramos", dijo Benjamin.
Después de esto, Benjamin también cree que es extremadamente importante invertir en estrategias que puedan recopilar de manera eficiente "los datos para documentar quién se está vacunando y cuáles son los datos demográficos" y realmente poner un pie en estas comunidades de bajos ingresos y participar en "centros de salud comunitarios" y "clínicas gratuitas".
“Hay muchas dudas sobre la vacuna en las comunidades de color debido a una serie de desconfianza histórica que la gente tiene con… los sistemas de salud”, dijo Benjamin. "Si no va a esas comunidades, comunican el mensaje correcto con mensajeros de confianza y luego facilitan que la gente entre y se vacune, entonces tendrá disparidades".