El artículo no expresa las opiniones o posiciones de los traductores. El artículo es una versión traducida del artículo que se encuentra a continuación: enlace
Escritxr original: Willa Hancock
Traducido por: Maria Aguilar y Marina Peebles
Desde el momento en el que llegué a la Universidad, me emocionaba pensar en la segunda mitad de mi experiencia universitaria: dos años de clases pequeñas, basadas en discusión. El cambio inesperado al aprendizaje virtual me dejó sintiéndome derrotada. La intimidad que una vez había imaginado parecía lejana, mi cansancio de Zoom era abrumador, y un cambio de actitud parecía impredecible.
A pesar de mi actitud, la clase de poesía del profesor Mark Edmundson que tomé durante la primavera de mi tercer año, brindó una perspectiva más alentadora, y han sido estos triunfos pequeños que han mantenido mi entusiasmo emocional y académico. Me dejó impresionada la poesía moderna que empezamos a estudiar, y todavía más impresionada me dejó la voz que nos guió. Edmundson rehabilitó mi pasión por el aprendizaje. Mis discusiones de poesía se convirtieron en mi antídoto al entumecimiento de las clases virtuales.
Edmundson comenzó nuestra última clase del semestre igual que siempre: con una pregunta que parecía no relacionada a la tarea de poesía. Ese día nos pidió compartir nuestros recuerdos más sobresalientes de la clase, y la gran variedad de respuestas fue inspiracional.
Cuando me tocó responder, inmediatamente supe que decir: nuestros momentos de compartir y de contar habían definido mi experiencia en esta clase. La curiosidad de Edmundson al oír sobre nuestros sentimientos y opiniones individuales realmente fue incomparable, y su dedicación a nosotros ayudó a unirnos y a reconciliar nuestra supuesta voluntad a participar en línea.
Ahora, al comenzar el primer semestre de mi cuarto año en esta etapa tan alegre y extraña de aprendizaje presencial, estoy agradecida de poder tomar otra clase con Edmundson. Sus preguntas diarias continúan influenciando de manera positiva mi comprensión del material de la clase. Y aunque las preguntas parecen sencillas, sus intenciones no lo son. Cuando le pregunté a Edmundson, explicó que “pregunto algo … captó la atención y la emoción del estudiante … y eso ayuda a que los sentimientos se involucren, mínimo un poco”. No pude evitar preguntarme porque otros profesores no utilizan esa misma empatía al enseñar.
"¿Cuál es tu flor favorita?" o "¿Cuál era tu juego favorito cuando eras niño?" avanza en la discusión académica de formas desconocidas pero constructivas. Recuerdo mis respuestas a estas preguntas antes mencionadas, pero, de manera más marcada, recuerdo las respuestas de mis compañeros de clase y las conexiones silenciosas que formamos como resultado.
Al explicar el razonamiento detrás de la flor favorita de uno, por ejemplo, cada estudiante haría referencias a sus hogares, sus familias y a momentos de su pasado y presente que ayudaron a dictar el significado de su respuesta. Si bien este período de 15 minutos de reflexión personal redujo la cantidad de tiempo asignado a nuestras discusiones sobre los propios poetas, nuestro sentido colectivo del significado de la poesía mejoró involuntariamente. En pocas palabras, Edmundson nunca subestimó el poder de las victorias intelectuales que generaron estas preguntas poco convencionales, instancias que de otro modo habrían pasado desapercibidas.
Al reflexionar sobre mis propias respuestas a sus preguntas, me siento intrínsecamente atraído hacia adentro, me veo obligado a entender la poesía a través de una lente externa e interna. Involucrarme en el lenguaje de la poesía altera más mi sentido de la literatura contemporánea: aumenta mi sentido de cómo me muevo por el mundo. Aunque esta comprensión puede parecer hiperbólica, considero que su clase de poesía es un momento designado para la reflexión personal: se siente como escribir en un diario imaginario.
Durante una apasionada discusión sobre "Sunday Morning" de Wallace Stevens en una clase reciente, la reflexión de Edmundson sobre la relación entre un poeta y su poesía se hizo eco de mi experiencia al leerla. Edmundson citó al poeta irlandés del siglo XX William Butler Yeats, afirmando: “Cuando tengo una discusión con el mundo, escribo un ensayo. Cuando tengo una discusión conmigo mismo, escribo un poema". Si bien es posible que no esté escribiendo poesía para esta clase, leerla ha tenido un efecto similar en mi personalidad: los poemas que leemos y las conclusiones que Edmundson nos lleva a contribuir a una comprensión más amplia.
A medida que comienza este emocionante año escolar, animo a los instructores y a las personas por igual a tomar una nota del libro de Edmundson: los resultados académicamente enriquecedores y valiosos individualmente pueden cambiar el semestre o la vida de alguien para mejor. Gracias, Edmundson, por ayudarnos a lograr un significado tangible de una manera tan gentil y poética. Si tan solo pudieras ver las curiosas sonrisas escondidas debajo de nuestras máscaras.
Willa Hancock es un Life Columnist para The Cavalier Daily. Se puede contactar por correo electrónico a life@cavalierdaily.com.