El artículo no expresa las opiniones o posiciones de los traductores. El artículo es una versión traducida del artículo que se encuentra a continuación: enlace
Escritora original: Grace Duregger
Traducido por: Maria Aguilar y Marina Peebles
La mayoría de la gente aprende sobre la sociedad estadounidense de los años 1940 como una marcada por la guerra, la desconfianza, y el nacionalismo. Sin embargo, los libros que cuentan la historia del país rara vez reconocen el surgimiento de la defensa de los derechos LGBTQ+ durante este tiempo. Por ejemplo, en la década de los 1950, Christine Jorgensen, veterana de la segunda guerra mundial, se convirtió en la primera mujer estadounidense transexual en recibir cirugía de reasignación de sexo, convirtiéndose también en un faro de esperanza y progreso para la comunidad transexual. Sin embargo, Jorgensen enfrentó una reacción violenta y finalmente se vio marginada por parte del público y de los medios de comunicación. Hoy en día, las libertades de la comunidad transgénero continúan siendo cuestionadas legal, política y científicamente. Esto es especialmente evidente en el deporte, donde la competencia transgénero enfrenta escrutinio. Esto no está bien, ni es justo.
Los atletas transgénero empezaron a llamar la atención del publico a finales del siglo XX, cuando le prohibieron competir a la tenista Renee Richards en el Abierto de E.E. U.U. después de reprobar una “prueba cromosómica”. Desde ese entonces, una y otra vez los atletas transgénero se han visto obligados a comprometer sus identidades para satisfacer el sentimiento transfóbico. Recientemente, los medios de comunicación han centrado la atención en Lia Thomas, mujer transgénero y nadadora de ultimo año del la Universidad de Pensilvania que está haciendo historia cultural y atlética. Thomas ha roto dos récords en la Ivy League y tres récords en UPenn desde que se cambió al equipo femenino. Pero al igual que con Jorgensen, hay un gran debate en torno a su identidad de género y su elegibilidad para competir que socava sus logros. Mientras que sus grandes esfuerzos deberían ser recompensados, en cambio se cuestiona su legitimidad. El patinador artístico Timothy LeDuc también hizo historia como el primer atleta abiertamente no binario en los juegos olímpicos de este año. Los dos ejemplifican el éxito que pueden tener los espacios de inclusión que reemplazan los límites de género.
La Corte Suprema, el Comité Olímpico Internacional y la Asociación Nacional de Deportes Colegiales apoyan la legalidad de la identidad de género en los EE.UU. En el caso R.G. & G.R. Harris Funeral Homes Inc. Contra la Comisión de Igualdad de Oportunidades en el Empleo, la Corte Suprema dictaminó que “la discriminación basada en la homosexualidad o en el estado transgénero” es ilegal. Esto está prohibido bajo el Título VII de la Ley de Derechos Civiles de 1964. Por lo tanto, sería hipócrita que individuos nacionalistas se opusieran a tal decisión proporcionada por la misma institución que preserva sus derechos constitucionales.
El noviembre pasado, el COI cambió sus recomendaciones de política para atletas transgénero e intersexuales, dejando la discreción de los criterios de elegibilidad a las federaciones internacionales individuales. En enero, la NCAA alineó su política con la del COI. Aunque estos cambios tienen la intención de apoyar a atletas transgénero e intersexuales, los que están a cargo de determinar la elegibilidad están sujetos a prejuicios e ideologías personales.
Una encuesta encontró que el 67 por ciento de los adultos se opone a los proyectos de ley que prohíben que los estudiantes transgénero se unan a equipos deportivos que coincidan con su identidad de género. Mientras tanto, el 81 por ciento de Republicanos piensan que no se les debería permitir competir en esos equipos. Los Conservadores contra la Discriminación desafían esta estadística y brindan recursos para que los conservadores se unan al movimiento contra la discriminación LGBTQ. Este cambio de pensamiento partidista muestra la creciente necesidad de una acción colectiva hacia la igualdad de protección contra la discriminación.
Las personas que ignoran la legitimidad legal de los atletas transgénero, y más ampliamente, sus derechos y libertades civiles, a menudo citan afirmaciones basadas en la "ciencia". Debería ser señalado que la ciencia tiene relevancia, pero aquellos que la utilizan lo hacen incorrectamente. En primer lugar, se supone que la identidad de género y el sexo asignado al nacer son intercambiables, pero no lo son. La Asociación Estadounidense de Psicología define la identidad de género como “el sentido interno de una persona de ser hombre, mujer u otra cosa”. Transgénero es una identidad, lo que significa que un individuo no "se ajusta a lo que normalmente se asocia con el sexo que se le asignó al nacer". Aquellos que argumentan la elegibilidad sobre la base del género son, por lo tanto, incorrectos en cuanto a los hechos: el género es subjetivo para cada individuo. Nadie tiene derecho a insertarse en la identidad de género de otro, y mucho menos su elegibilidad para competir. En segundo lugar, los disidentes argumentan que las mujeres transgénero tienen una ventaja atlética injusta debido a la exposición pasada a los niveles masculinos de testosterona. Sin embargo, según una investigación de Joanna Harper, física médica y mujer transgénero, "las mujeres transgénero que recibieron tratamiento para reducir sus niveles de testosterona no obtuvieron mejores resultados en una variedad de carreras contra sus compañeras que antes contra corredores masculinos". Su investigación destaca las discrepancias en esta suposición de injusticia.
Si el fallo judicial, la iniciativa partidista y los datos científicos pueden converger para apoyar a los atletas transgénero, también debería hacerlo el resto de la sociedad. En pocas palabras, los atletas transgénero tienen el mismo derecho que los atletas cisgénero a competir bajo su identidad de género. Todas y cada una de las identidades de género merecen los mismos derechos y libertades que se encuentran en la Constitución. Negar a estos individuos la capacidad de representar su escuela, su país o la esencia misma de su ser es carecer de la humanidad misma. Si eso te hace sentir incómodo, es solo una muestra de tu transfobia internalizada. Y eso no tiene lugar en la tierra de los libres.
Grace Duregger es columnista de opinión en The Cavalier Daily. Puede comunicarse con ella en opinion@cavalierdaily.com.
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